Todo el mundo en algún momento ha tenido esta desconcertante experiencia.Vamos a un sitio para hacer algo concreto y cuando llegamos se nos ha olvidado lo que íbamos a hacer allí.
Algún psicólogo propone que vayamos cual ficha comida del parchís al casillero de salida y supuestamente así, de pronto, tendremos la recuperación del olvido. No digo que no. Pero puede ocurrir que esta solución nos lleve a una experiencia aún más desconcertante. Yo mismo creo que llevo años teniendo esta experiencia hasta que se rompe la cadena que podría llevarme al infinito.

Estaba, pongamos, arrimado a la mesa de camilla donde abajo un brasero me mantenía calentito. Voy a la cocina. Miro desconcertado a mi alrededor sin recordar qué he ido a hacer allí. Vuelvo a la mesa de camilla y ahora no recuerdo que he venido a hacer aquí, vuelvo a la cocina y no sé qué pinto allí, retorno por lo tanto a la mesa de camilla y otra vez a la cocina y así una y otra vez. Eternamente.
Nietzsche me ofrece, sin saberlo él, una solución a este problema. Si quiero ir a la cocina, si se me ocurre tal idea, debo preguntarme si quiero ir a la cocina infinitas veces. Si la respuesta es un no, entonces debo negarme a ir a la cocina.

La pregunta ahora no concierne a la cocina: ¿Quiero ver ahora a Raquel?, sí, digo sí. ¿Infinitas veces?, sí, infinitas veces, ¿por toda la eternidad?, sí, por toda la eternidad. Amén.

El ciclo del agua resuelve la contradicción Heráclito / Parménides: siempre fluyendo, pero siempre la misma. Quizás sea este el Eterno Retorno de Nietzsche.
¡Feliz Navidad!
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… mundo inteliglible, mundo sensible…
Para hacerte llamar Don Nadie, apuntas cosas interesantes. Gracias por aporte. Saludos.
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Afortunada esa Raquel.
Feliz Navidad, Pepe. Que se cumplan tus deseos.
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