Los Hombres No Lloran

Aprendí esta máxima de niño, antes quizás de Mi Primera Comunión. Murió mi hermano Manolo y no lloré; murió mi padre, y no lloré; murió mi madre y no lloré. Ahora tengo ochenta y un años. Recordé que lo había leído en algún sesudo estudio literario:»Todos somos Gregorio», concluía el autor.

“¡Hay un horrible bicho en el cuarto de baño, por favor mátalo!”, me gritaron en casa. El bicho estaba tumbado boca arriba y movía sus extremidades enérgicamente como si siguiera una tabla de gimnasia. Lo cogí con cuidado y lo deposité en un discreto rincón de la terraza.

Recordé a Gregorio. ¿No podría ser que aquel ser que agitaba sus patas al aire fuera descendiente de Gregorio?. Hice cálculos: la vida de un ser humano hoy día es de unos ochenta años. Desde que Gregorio murió había pasado algo más de un siglo, calculé tres generaciones.

María, vecina mía desde 1986, siempre espiaba y escudriñaba desde su balcón. A veces me interrogaba, me preguntaba que dónde iba o que quién era la chica que me acompañaba, o que por qué iba vestido de negro, o de dónde había sacado el limonero de mi terraza, o por qué tendía mi ropa en la terraza y no en la azotea común.

Yo educadamente contestaba siempre a sus preguntas. Iba a Nueva York a correr una maratón. La chica esa es Julia, mi hermana gemela que se ha hecho ya varias operaciones de estética para ocultar nuestro parentesco. Yo estaba vestido de negro por los 127.003 ancestros míos que habían muerto en una fecha como la de hoy. El limonero de mi terraza había crecido por generación espontánea, en la axila de una antigua novia mía, llamada Segismunda. Tendía mi ropa en mi terraza privada para proteger a los vecinos de una enfermedad incurable que mi familia venía padeciendo desde el Siglo XVIII, etc.

Repentinamente mi metiche vecina desapareció del balcón como por encanto. Su hija Mari Carmen me explicó la situación. María estaba enferma, muy enferma, y la habían ingresado en un hospital.

Imaginé lo peor, fui a la terraza y comprobé que el descendiente de Gregorio aún movía sus extremidades. Aún estaba vivo y me pregunté si no debía de ingresarlo de urgencias en un hospital. Llamé a varios hospitales, los llamé a todos, uno tras otro. Ninguno tenía cama para Gregorio y además no tenían el equipo adecuado para atenderlo; mascarillas de oxígeno de su tamaño y cosas similares. Protesté, me constaba que habían ingresado a María. ¿Era Gregorio menos que María?. 

Los del hospital aducían que esa no era la cuestión. La cuestión era más bien que no tenían el instrumental para atender a Gregorio, como tampoco lo tendrían para atender a alguien que pesara trescientas veces más que María. No era por tanto una cuestión de ser más o menos.

—La cuestión es que todos somos Gregorio —dije.

—Sí, y todos somos María —dijo la última voz.

Después acudí una vez más para ver a Gregorio. Aun se movía, sobretodo novia las antenas, aunque más lentamente que antes.

—No te preocupes —dije, le dije—, no pasa nada.

Tomé de internet varios datos sobre la otra mitad de Gregorio. Los fósiles encontrados atestiguan que han existido por más de trescientos millones de años, siendo una de las especies más exitosas para la supervivencia, capaces incluso de sobrevivir a un ataque nuclear. En otras palabras, la estirpe de Gregorio era prácticamente eterna por detrás, y presumiblemente por delante. Pasaron dos semanas en las que nada pasó. Luego un vecino de La Norte, mi pub local, me lo anunció.

—¡María ha muerto!

—¿Qué dices?, ¿cómo lo sabes?

—Aquí está, viene su esquela en el periódico, es lo primero que leo: «María López Trujillo…»

Corrí a casa temiéndome lo peor: que el último descendiente de Gregorio Samsa había muerto. Subí las escaleras llorando.

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2 comentarios sobre “Los Hombres No Lloran

  1. El dicho de: ‘los hombres no lloran’, es algo en mi humilde opinión, que jamás debería haber existido. Las personas (hombres, o mujeres), reflejan su sensibilidad ante temas tristes llorando. Es algo necesario para que no queden secuelas pendientes. ¡¡¡Y algo tan bonitooo!!! refleja ‘ser humanos’… emotivos, frágiles, sensibles y sentimentales. ¡¡¡preciosos sentimientos!!!

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