

Pepe Díaz Estévez, profesor de filosofía y anticuario jubilado. Disfruto del arte y la literatura. Aficionado a la lectura y la escritura, me divierte simplemente escribir pequeños relatos o meros borradores. Unos relatos puramente autobiográficos, otros mitad autoaccionados. En todo caso, relatos personales que evocan retazos de mi vida e inconsciente. Otros son novelescos, y otros, diarios de viaje.
Creo que ya he cumplido, quizás sólo con un cinco. Pero he aprobado. Es decir he plantado un árbol, he tenido un hijo y he escrito un libro.
Matizo un poco esta declaración. En realidad no se si he plantado un árbol, o sólo lo he transplantado. Pero no era uno sino dos. Compré un limonero y un mandarino en una tienda de todo a cien y transplante cada uno de ello a sendos macetones. Crecieron hasta alcanzar algo más que mi estatura (1’796 cuando me tallaron para hacer el servicio militar). Los compré no por amor a las macetas sino porque pensé que quedarían bien a uno y otro lado de la Venus púdica de mármol que tengo en mi terraza. Pero hace como un par de años, el mandarino fue brutalmente atacado por la cochinilla blanca. Luché contra el repugnante planococcus citri, administré por fumigación todos los insecticidas que pude encontrar en una tienda de chinos; murió la cochinilla algodonosa y murió el mandarino.

No tuve un hijo, sino dos; un niño inglés, trabajador social, que ahora pasa de los 40 años y una niña española que acaba de cumplir los 15 y está en Cuarto de ESO.
¿Lo de escribir un libro?, eso lo dejamos…
Llevo escribiendo papeles y papeles, por millones. Ya no se si me queda algo que decir. Me gusta el bolígrafo desde que se llamaba pluma atómica o algo asi. ¡Escriben tan bien y son tan bonitos!
De cualquier forma me quedan muchas cosas por hacer. Pero de momento con el aire que hace no quiero subirme a un globo, ponerme delante de un Miura, ni tengo previsto en breve presentar candidatura al Premio Nobel.
Tenemos toda la vida por delante…


