Hacía frío en la calle, pero yo tenía que seguir, que obedecer a la voz interna. Me di cuenta, recordé, que aquel domingo, anteayer, se estaba jugando la final de fútbol en Catar. Había mucho ambiente en la Alameda. La mayoría de los bares tenían uno, dos y hasta tres televisores enormes con el partido final del campeonato.

— ¿Cómo va? —pregunté a un paisano que embobado miraba a una televisión asomada a la ventana de un bar.
— Dos a cero —contestó.
—¿Quién gana?
—Mesi, Argentina.
Seguí andando. La bola de titanio que me habían alojado en la cadera me obligaba a salir a pasear con frío o sin frío, con partido o sin partido. De vez en cuando había un clamor de dolor o de gozo. Yo ya estaba de vuelta.
—¿Cómo va —pregunté a otro parroquiano de otro bar.
—Empatados dos a dos.
Y entonces en los aledaños de la terraza del último bar se produjo una bronca de violencia 8 a 9 en la escala de Richter.
—Agarradme que lo mato.
—Yo te mato a ti primero —dijo el otro.
Pensé quién sería seguidor de Argentina y cuál de Francia. El fútbol, entendía yo, levantaba pasiones y mucho dinero. El público pacífico de la Alameda ponía trabas a los contendientes. Yo quise contribuir a la paz.
—¿Qué más da?, Argentina o Francia. Todos somos humanos —observé.
—De veras ¿el perro de este también?. Ha intentado morder a mi hijo.
Entonces apareció la voz de Alexa que me ordenó: «llévate el titanio a casa antes de que sea demasiado tarde» y una vez más la obedecí.

O como me dijo un día un león amigo mío: judíos, musulmanes, cristianos… todos saben a pollo.
Que Alexa te proteja, tío Pepe, y tengas un feliz año nuevo.
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Igualmente. Gracias por leer y aporte.
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